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domingo, 22 de marzo de 2015

Hellraiser 4, el final de la dinastía sangrienta (1996) de Kevin Yagher



Esto es el futuro, un robot manipula el cubo infernal
Aquí tenemos la que sería la cuarta parte de ''Hellraiser'', cuya primera entrega, configurada por su propio creador literario, Clive Barker, es a día de hoy uno de los clásicos del terror más soberbios que se han creado jamás. La popularidad de dicho film generó por lo tanto, la existencia de un buen porrón de secuelas que dieron lugar a la existencia de una franquicia que progresivamente ha ido empeorando hasta dar como resultado un espectáculo la mar de lamentable. En mi opinión, ésta que nos ocupa es la última de las secuelas salvables, por así decirlo, y es que esta cuarta parte, sin ser nada del otro mundo (y en ocasiones un tanto flojita) aporta detalles la mar de interesantes al universo de la saga. El film está argumentalmente dividido en tres fragmentos, ocurridos en épocas distintas y en los cuales, el eje común es el diabólico cubo que abre la puerta infernal a la dimensión de los siniestros y espeluznantes cenobitas. 

Las sangrientas y sádicas torturas no cesan

Kim Myers, la prota de ''Pesadilla en Elm Street 2''
El primer segmento se sitúa en Francia, en los años de la revolución francesa (finales del siglo XVIII). En ella seremos testigo de la creación del propio cubo, realizada por un juguetero muy manitas, Philip L'Merchant (Bruce Ramsay), el cual será utilizado por un perverso y asqueroso rico noble (al estilo del marqués De Sade), el cual acaba llamando a los cenobitas mediante un grotesco ritual. El segundo segmento se sitúa en la época actual (deducimos que los años noventa, momento en que se rodó el film) y tiene como protagonista a un descendiente del juguetero (interpretado por el mismo actor, Bruce Ramsay), el cual intenta destruir el cubo creado por su antepasado, tras darse cuenta del peligro que supone para la Humanidad. Y por último el tercer segmento se sitúa un porrón de años en el futuro, y cuya acción se sitúa en una estación espacial, el protagonista de nuevo será otro descendiente de los dos anteriores (Bruce Ramsay se marca un triplete actoral) y él veremos una sangrienta batalla entre un grupo de soldados espaciales (al estilo ''Aliens'') contra los propios cenobitas y sus artimañas infernales. 

Dos cabezas siempre piensan mejor que una

El diabólico Pinhead (Dog Bradley) pasándolo pipa
El final de todo esto será un apoteósico y demencial espectáculo, que en mi opinión, delató bastante originalidad desde el punto de vista argumental. El film, siendo francos, hay que decir que desde el punto de vista audiovisual no es nada espectacular, ni mucho menos, la dirección llevada a cabo por el experto maquillador Kevin Yagher (el cual ha trabajado elaborando un trabajo excepcional en sagas como ''Pesadilla en Elm Street'' o ''Muñeco diabólico'') -bajo el pseudónimo de Alan Smithee- resulta bastante plana y un tanto televisiva, lejos de la soberbia puesta en escena de las dos primeras entregas de ''Hellraiser''. No obstante, en lo personal, la considero una muy digna secuela, pasando por alto sus limitaciones (en especial técnicas), podemos presenciar en ella abundantes efectos especiales, grotescos maquillajes, monstruos, gore, etc., elementos suficiente como para convertirla en una peli muy amena y entretenida. 

El clon del marqués De Sade seguro que se está
arrepintiendo de tocarle las pelotas a las fuerzas del Mal

Un perro con muy malas pulgas
A destacar detalles como el hecho de ver a un robot manipulando el cubo de los cenobitas (hecho curioso, no menos), o la elaboración de algún que otro maquillaje cojonudo como el de dos personajes que acaban unidos grotescamente por sus cráneos, así mismo como la presencia de un Pinhead (excepcional Doug Bradley) que, al igual que en la secuela anterior, aquí es un genuino maestro de ceremonias y absoluto protagonista. En resumidas cuentas, a mí me gustó bastante, y creo que podría haber supuesto un digno final definitivo para la saga, porque lamentablemente todas las secuelas (que todavía quedaban un porrón) que aparecieron a posteriori, son unos bodrios bochornosos que no hicieron otra cosa que insultar y defenestrar el buen nombre que Clive Barker le había atribuido a su magna creación.

Los cenobitas nunca descansan

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