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domingo, 18 de octubre de 2015

La secta (1991) de Michele Soavi



Una secta de mierderos adoradores del diablo
Dario Argento y Michele Soavi ya habían estrechado lazos profesionales anteriormente, con el bodriazo de ''El engendro del diablo'', un film de terror sobrenatural que si bien era bastante atractivo desde el punto de vista visual, desde el argumental era el caos personificado. Pues bien, ahora nuevamente vuelven a compartir trabajo juntos, el primero como productor y el segundo como director y la verdad, hay que decir las cosas como son, si la anterior era esperpéntica lo de ''La secta'' no tiene nombre. ¡Qué película más mala, por favor! Estamos ante un auténtico basurón sin pies ni cabeza, y para encima, carente también del poderío escénico que poseía el trabajo antecesor de Soavi. Lo que nos encontramos es una extrañísima historia sobre una secta satánica que va jodiendo la marrana por ahí, trapos diabólicos que se adhieren a la cara de las personas arrancándoles el rostro (una versión perversa de la Sábana Santa de Cristo) y un calco encubierto y cutre de ''La semilla del diablo'', con otras reminiscencias a films como ''Hellraiser'', igual de cutres y de ilógicas. 

La prota Miriam (Kelly Curtis, hermana de Jamie Lee Curtis)

Este viejales (Herbert Lom) sabe más de lo que parece
Como curiosidad tenemos de protagonista a Kelly Curtis, hija de Janet Leigh y Tony Curtis y también hermana mayor de la scream queen por excelencia, Jamie Lee Curtis (ambas se parecen un huevo en ciertas ocasiones). Pues bueno, la chica hace lo que puede para defender con dignidad su papel de heroína, pero el despropósito del guión es tan supremo que se hace todo insostenible. El film deambula entre el aburrimiento y la estupidez más mundana y acaba siendo rematado por un desenlace tan ridículo que uno se queda con la típica e incómoda cara, símbolo de que se siente que le han tomado el pelo. Realmente yo no sé si ''La secta'' es el producto de una gran fumada, pero si así lo hubiese sido quizás habría tenido hasta más sentido. La película no vale un cagarro, es una de las claras muestras que delataban que a principios de los noventa el terror italiano ya estaba más que de capa caída, atrás habían quedado los buenos años de los grandes Mario Bava, Lucio Fulci y el propio Dario Argento, ahora ya sólo quedaban los débiles resquicios de una época dorada a la cual el viento hizo esfumarse, para nunca más ser retomada.

Un trapo que arranca rostros de cuajo

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