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sábado, 23 de agosto de 2014

Comidos vivos (1980) de Umberto Lenzi



Los protas de tour por la selva
El que fuese el creador del inefable subgénero de caníbales a la italiana (gracias a "El país del sexo salvaje"), Umberto Lenzi, decidió retomarlo nuevamente, en un momento en el que dicho subgénero estaba en pleno apogeo, y es que este "Comidos vivos" fue la respuesta directa al mayor éxito del mismo, la famosísima "Holocausto caníbal" (se estrenó tan sólo un mes después de que ésta se convirtiese en casi un fenómeno mundial), aunque claro está, no llegó a tener el boom que la cinta de Ruggero Deodato, por razones obvias. En mi opinión "Comidos vivos" es una de las peores muestras que desde Italia sobre esta temática, y es que me parece un film aburridísimo y en comparación con otras películas similares, bastante más floja (aunque eso sí, debo decir que este subgénero nunca ha sido santo de mi devoción). 

Jonas (Ivan Rassimov) un líder sectario a lo Jim Jones

Un rito de iniciación al estilo "Goldfinger"
Lo que nos cuenta su historia, es como una mujer (Janet Agren, vista el mismo año en "Miedo en la ciudad de los muertos vivientes" de Lucio Fulci), llega hasta Nueva Guinea, siguiéndole la pista a su hermana desaparecida desde hace tiempo. Allí contrata a un mercenario (Robert Kerman, el mismo prota de "Holocausto caníbal"), para que la ayude a adentrarse en plena selva, para llegar hasta un campamento en el que habita un secta, liderada por un fanático sorbe-sesos (Ivan Rassimov), donde se encuentra su hermana. Para llegar hasta allí deben esquivar una peligrosa tribu de caníbales que ronda los alrededores del lugar, que se dedican a zamparse a todo aquél que cae en sus manos, como bien indica el título, mientras están vivitos y coleando (¡qué sádicos!). Lo único que me parece interesante del propio film es esa mezcla que confluyen acerca del tema de las sectas y los caníbales. 

Comienza el festín caníbal

El auténtico Jim Jones (1931 - 1978)
De hecho, la figura del líder sectario estaba claramente inspirado en la de Jim Jones, protagonista de un espantoso acontecimiento atroz que hacía no mucho (a finales de los setenta) había conmocionado al mundo entero. Jim Jones era el líder de una secta situada en Guyana (al norte de Sudamérica) y indujo a sus seguidores a realizar un suicidio colectivo, envenenándose con cianuro y asesinando a todo aquél que no quisiese quitarse la vida de manera voluntaria; el resultado fue horrible, más de 900 muertos (niños incluidos). Fue una época por lo tanto, en la que el tema de la peligrosidad de las sectas se puso de manifiesto y aquí tenemos pues un claro ejemplo cinematográfico haciendo uso del tema. Volviendo al film, como ya he dicho a mí me pareció muy carente de ritmo y muy poco impresionable si se compara con otros ejemplos de la misma temática. 

Una devastadora imagen de la masacre de Guyana

Intestinos, sin pasar por la parrilla ni nada
Decir que encima, el señor Lenzi no tuvo reparo en reciclar metraje ya filmado de otras pelis de caníbales (véase la suya propia "El país del sexo salvaje", "Mundo caníbal" o "La montaña del dios caníbal"), para rellenar este "Comidos vivos" (¡eso es tener cara!), aunque si algo bueno se puede destacar de este acto es que al menos, no mataron ni torturaron a ningún pobre animal para la filmación de este petardo, porque "afortunadamente" (y lo digo entre comillas, por tratarse de un mal menor), las escenas que se presencian de estas atrocidades, como ya he dicho, son reutilizadas de material ya filmado para otras pelis sobre el tema. En sí, sólo destaca una escena en la que los caníbales rajan en canal a una desafortunada mujer y le zampan los intestinos, por supuesto, se trata de una escena no verídica (menos mal), realizada mediante excelentes técnicas de maquillaje, muy gores. El resto, pura metralla. Lo dicho, considero a "Comidos vivos" uno de los peores films sobre caníbales que se han filmado, por ser cutre, aburrido y en resumidas cuentas, muy mierdero, aunque bueno quizás a un devoto admirador de este subgénero, le pueda llegar a agradar. 

¡Qué agresividad!

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